Apesar de la vigencia de su abierto, el tenis mexicano no sobrevivió a los escrúpulos, seguimos encasillando a este deporte en un segmento “elitista”. Este prejuicio que durante años le señaló, acabó con cualquier intento de popularizarlo. Todavía existe la manía de dividir al deporte en clases sociales: aquellos cuya práctica es accesible para todo público, y aquellos en los que se necesita un lugar específico para jugarlo.

El tenis, en apariencia, sigue siendo caro. Ningún deporte debería serlo de existir una política deportiva universal, que no discrimine, sino que incluya y promueva. ¿Qué tan caras pueden resultar pistas públicas de tenis en comparación con pistas de baloncesto? La diferencia en infraestructura es mínima, de hecho, podrían compartirse instalaciones sin ningún problema.

Ni la instalación, ni la raqueta necesaria para jugarlo, son pretexto. El secreto, como el de cualquier actividad física que pretenda formar parte de la cultura deportiva de un país, está en los ídolos y en los entrenadores. Aquí es donde el tenis mexicano lleva décadas detenido, preguntándose, si no hay tenistas porque no existen los lugares para practicarlo, o respondiéndose, que no hay canchas públicas de tenis porque no hay casos de éxito que justifiquen su promoción. La historia del tenis mexicano, aunque humilde, no es poca cosa. Guarda en ella una semilla bien sembrada, que si se atiende, puede empezar a dar grandes resultados. Está comprobado, el mexicano bien preparado, es bueno para cualquier deporte.

El terrible prejuicio que pesa sobre el tenis, en realidad no es sobre el tenis, es sobre algunos mexicanos, que consideran que otros mexicanos, no tienen las capacidades para destacar como tenistas. Aquí está la injusticia y la falta de visión: llámenle deporte caro al tenis y entonces, justificarán su nula popularidad. Pensando así, la mayoría de deportes, salvo el futbol y el boxeo, están fuera de nuestro alcance. Mientras el Abierto Mexicano sigue siendo un éxito sin la participación de tenistas mexicanos, seguiremos esperando ver qué sucede primero: el nacimiento espontáneo y milagroso de un tenista, o una verdadera estrategia para llevar el tenis a todos lados.

 

Fuente: Milenio

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