PERSPECTIVAS
Gabriela Ruiz Serna.

En México el feminicidio encendió focos amarillos desde hace varios años, sin poder contenerlo las luces ámbar se tornaron rojas casi de inmediato y así habían seguido hasta ahora, porque ya no hay color para describir el horror que viven cientos, miles de mujeres (y sus familias) ante la espiral de violencia feminicida.

Las alertas de género se acumulan una sobre otra y los feminicidios siguen ocurriendo indignando y escalando en saña, en manifestaciones de mujeres “hasta la madre” y en la indolencia de las autoridades supuestamente encargadas de protegernos.

En las redes sociales vemos de todo, me atrevo a decir que vemos más lo que no quisiéramos. Para muestra un botón: después del execrable asesinato de Ingrid, cuyas fotografías por demás agresivas fueron publicadas por medios de comunicación y compartidas por usuarios de redes, hubo tendencias, marchas y protestas.

Escuchamos incrédulos cuando el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador dijo “no quiero que los feminicidios opaquen la rifa” (del avión que dicho sea de paso, no rifará).

Vimos a la activista y periodista Frida Guerrera, que en una conferencia “mañanera” cuestionó al presidente, así como la evidente molestia y agresividad del mandatario al responder con evasivas.

Esa declaración, que después fue matizada por el mismo López Obrador y sus seguidores, generó un sinnúmero de críticas y eso no es nuevo, lo nuevo y preocupante es la respuesta -en Twitter- de María Candelaria Ochoa Ávalos, flamante titular de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (CONAVIM) a una crítica al presidente López Obrador:

“Vay(sic), si habla malo y sino (sic), tambien!”

La respuesta simplista a una crítica fundamentada, relacionada con un tema tan delicado que afecta a un gran número de familias y sobre todo viniendo de alguien supuestamente comprometida a prevenir y erradicar la violencia contra la mujer, nos hace entender la importancia que la feminista, activista y académica (así la describió el gobierno federal al designarla en el cargo) le da a su encomienda.

No por nada en octubre del año pasado, familiares de víctimas de feminicidio y desaparición pidieron la renuncia de Ochoa Ávalos, que obviamente cuenta con el cobijo presidencial, y lejos de garantizar la seguridad de las mujeres (y los hombres) el gobierno sigue mandando un mensaje erróneo a la delincuencia: impunidad.

Mientras tanto, de los casi mil feminicidios registrados el año pasado a nivel nacional, Veracruz ocupó el primer lugar con 157, seguido por el Estado de México, con 122; laCiudad de México, con 68; Nuevo León, con 67, y Puebla, con 58. Ese mismo año, en Quintana Roo se registraron 64 homicidios dolosos, pero solo 16 son reconocidos como feminicidios.

Parece que alguien, en el CONAVIM, tendría que priorizar su trabajo en lugar de privilegiar una simplista defensa de su jefe, porque si eso no es desprecio hacia las mujeres víctimas y sus familias, no sé qué sea.

Hace falta responsabilidad en el cargo, sororidad y respeto básico.

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