Paradigmas.- Caminar por el centro de Cancún y toparse con lo que alguna vez fue la sede del Partido Revolucionario Institucional en Benito Juárez es como mirar una fotografía vieja que ya nadie quiere recordar.
El edificio, con su pintura deslavada, su logotipo tricolor apenas visible y el busto de Luis Donaldo Colosio abandonado entre el polvo, parece una metáfora viva de lo que es hoy el PRI en Quintana Roo: un cascarón vacío.
Durante décadas, ese inmueble fue testigo de marchas, festejos, decisiones políticas y hasta imposiciones electorales.
Hoy, no hay ni un alma. Las puertas están cerradas, el estacionamiento bloqueado con piedras y obstáculos, y el silencio se ha vuelto el único habitante del lugar.
Pero no es sólo el edificio lo que está en ruinas. Es la estructura política entera.
Después de las derrotas humillantes de 2022 y 2024, ni el presidente municipal del partido, Jorge Rodríguez Méndez, ha dado señales de vida. Su desinterés es palpable. Ni una “manita de gato” han considerado darle al recinto. Porque claro, cuando no hay liderazgo, no hay rumbo. Y sin rumbo, lo que queda es el abandono.
La llegada de Cora Amalia Castilla Madrid a la dirigencia estatal generó expectativas. Al menos en el papel. En los hechos, no cambió nada.
El ánimo no se recuperó, la militancia no volvió y los viejos cuadros priistas observan desde lejos lo que consideran un acto más de simulación.
Un ex militante de aquel poderoso PRI me comenta “Ellos no quieren que el partido se levante; trabajan para Morena y comen del sistema”, así o más claro.
La imagen del PRI en Cancún es hoy una ruina visible, no solo arquitectónica, sino también moral. Es un reflejo de cómo un partido que lo tuvo todo se quedó sin nada. Y lo más preocupante es que parece no importarle a nadie… ni siquiera a los que aún se dicen sus dirigentes, ¿no cree usted?
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