Paradigmas.-En política, los reconocimientos nunca son gratuitos. Cuando Claudia Sheinbaum escribe en Diario de una transición histórica que Mara Lezama es “una mujer extraordinaria, activa, entregada a la gente, siempre feliz y con gran sentido político”, no sólo está dedicando una frase amable: está trazando una declaración de afinidad y visión compartida.

El retrato que la hoy presidenta de México hace de la gobernadora de Quintana Roo tiene una carga simbólica poderosa.

Mara Lezama no aparece como una figura decorativa del sureste, sino como un ejemplo del tipo de liderazgo que Sheinbaum busca consolidar en sus cinco años de mandato que aún le faltan : mujeres al frente, con sensibilidad social, pero también con la capacidad de operar políticamente en un entorno complejo.

Durante la gira de transición, dice Sheinbaum encontró en Mara a una aliada natural.

Ambas representan una nueva corriente del poder femenino en la política mexicana: una que combina firmeza con cercanía, gestión con empatía.

En su reconocimiento, este reportero lee una apuesta por un modelo de liderazgo menos vertical y más comunitario, que se aleja de la vieja escuela del cálculo y la imposición.

Pero también hay algo más profundo en esas palabras: un gesto de continuidad generacional dentro del movimiento.

Si López Obrador impulsó a Sheinbaum, ésta, parece reconocer en Mara Lezama  a la próxima figura emergente del sureste. El elogio, entonces, no sólo es afectivo, sino estratégico.

En Diario de una transición histórica, Sheinbaum no sólo documenta su camino al poder, sino que comienza a dibujar el mapa político de su tiempo. Y en ese mapa, Mara Lezama aparece como un punto brillante en la geografía de la 4T: una mujer que gobierna con sonrisa, pero también con decisión, ¿no cree usted?

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