¿Deberías ver “Y dónde está el policía” protagonizada por Liam Neeson y Pamela Anderson? Descúbrelo en esta reseña.

¿De qué trata Y dónde está el policía?

Solo un hombre posee las habilidades necesarias… ¡para liderar el Escuadrón de Policía y salvar al mundo! El teniente Frank Drebin Jr. (Liam Neeson) sigue los pasos de su padre en ¿Y DÓNDE ESTÁ EL POLICÍA?, dirigida por Akiva Schaffer (Saturday Night Live, Los Popstar Nunca se Detienen) y producida por Seth MacFarlane (Ted, Padre de Familia).

Clasificación: B
Duración: 85 minutos
Actores: Liam Neeson, Kevin Durand, Paul Walter Hauser, Pamela Anderson
Director:Akiva Schaffer

Opinión de ¿Y dónde está el policía?

Esta película no pretende tomarse en serio, y ahí radica precisamente su encanto. ¿Y dónde está el policía? regresa como una secuela/remake que rinde homenaje a la icónica saga de parodias policiales, pero ahora con Liam Neeson al frente como Frank Drebin Jr., el hijo del legendario teniente interpretado por Leslie Nielsen.

Acostumbrados a ver a Neeson en roles de acción intensa como “Búsqueda implacable” o dramas como “La lista de Schindler”, resulta chistoso—y deliberadamente absurdo— verlo liderar una comedia en la que la brutalidad policial, las instituciones y los clichés del género son objeto constante de burla.

La trama gira en torno al intento de robo de un artefacto tecnológico en un banco, pero como toda buena sátira, hay más en juego: desde un accidente automovilístico sospechoso hasta una posible conspiración global. Todo se desarrolla en un tono hilarante, con gags visuales, juegos de palabras y situaciones ridículas que remiten al estilo clásico de ¿Y dónde está el policía?

El protagonista ha perdido a su esposa, pero quizás esté listo para abrir su corazón nuevamente. Pamela Anderson aparece como su interés romántico, añadiendo una dosis nostálgica y cómica al reparto.

¿Y dónde está el policía? es una comedia que no busca lógica ni profundidad, sino pura diversión. Es perfecta para desconectarte del mundo real y entregarte al absurdo. Porque, a veces, reírse de lo ridículo también es necesario.