Paradigmas.- Mientras millones de mexicanos lidian con la inflación, la precariedad laboral y la austeridad impuesta desde el poder, el hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, nos referimos a Andy López Beltrán, disfrutó unas vacaciones que, por su nivel de gasto, sólo unos pocos privilegiados pueden costearse.

Andy, quien no ostenta un cargo público formal, pero cuyo apellido le ha dado una cercanía incuestionable con el poder, reconoció en una carta que salió de vacaciones tras “extenuantes jornadas de trabajo”. Un argumento curioso si se considera que no hay registro oficial alguno que nos explique exactamente a qué se dedica, quién lo contrata o bajo qué función cumple esas largas jornadas laborales.

Pero lo verdaderamente escandaloso no es el descanso en sí, sino el gasto.

Dos semanas de vacaciones le costaron 177 mil 67 pesos, con noches de hotel que rondaban los 7 mil 600 pesos diarios, sumando servicios de spa, minibar, lavandería y hasta el envío de “objetos perdidos” (¿tan relajado estaba que olvidó sus pertenencias?).

Por si fuera poco, su cena más cara fue de 47 mil 627 pesos en un restaurante japonés. ¿Comía solo o en compañía de toda una delegación?

Lo que molesta no es la comida exótica, ni tampoco si es de buen diente , ni siquiera el descanso, es la incongruencia.

En el país del “no robar, no mentir y no traicionar”, donde se presume una cruzada contra los lujos del pasado, el hijo de Amlo actúa como si viviera en una élite blindada al discurso oficial. Porque eso es, una élite. Silenciosa, sin cargos formales, sin rendición de cuentas, pero con poder, acceso y recursos que parecen inagotables.

¿De dónde proviene el dinero? ¿De su trabajo como operador político de Morena? ¿De algún negocio propio? ¿De ingresos familiares? El hecho de que estas preguntas ni siquiera se consideren relevantes en la conversación pública refleja un problema mayor: la normalización del privilegio cuando proviene “del lado correcto”.

Lo que hoy gasta Andy López Beltrán en sushi y spa en un par de semanas, un mexicano promedio tardaría más de un año en reunir, si acaso puede ahorrar algo entre el sueldo y la renta. Y mientras tanto, el gobierno exige “austeridad republicana” a todos los niveles, incluso a médicos y científicos.

¿No hay aquí un doble discurso? ¿No es esta la misma ostentación que antes se le reclamaba a la “mafia del poder”? ¿Cuantos  Andys de la llamada 4T andarán por ahí despachándose con la cuchara grande? Cuando el poder se hereda, el discurso se desvanece,  ¿no cree usted?

Puedes ver: COLUMNA PARADIGMAS: ENTRE ESCOMBROS Y SIMULACIONES

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