Paradigmas.- El sorteo del Mundial 2026 dejó mucho más que grupos, estadios y entusiasmo futbolero., también dejó una fotografía política que, aunque parezca accidental, es probablemente el verdadero titular del evento: Claudia Sheinbaum, Donald Trump y Mark Carney juntos en un mismo escenario.
No fue una cumbre trilateral, ni una reunión ministerial, ni una negociación del T-MEC, fue el fútbol el que logró sentar, por primera vez, a los líderes de Norteamérica frente a frente.
Sheinbaum aprovechó el escaparate global para proyectar a México como un anfitrión histórico, la única nación en recibir tres Copas del Mundo, y como un país que combina tradición, modernidad y capacidad logística. Al mismo tiempo, su presencia y mensaje dejaron entrever un sutil desafío a Trump, una especie de cachetada con guante blanco para moderar su enorme ego.
Lo hizo mientras se anunciaba que el Estadio Ciudad de México, mejor conocido como el “Azteca”, será sede de su tercera inauguración mundialista y que el país orquestará un vasto programa social y cultural alrededor del torneo. México, en su narrativa, no solo organizará partidos: organizará una fiesta continental.
Pero la diplomacia del balón siempre juega otro partido. La presencia de Trump en un regreso político cargado de incertidumbre para la región y la de Carney, quien busca dotar a Canadá de una voz más firme en Norteamérica, dibuja un escenario que va más allá del deporte.
Que estos tres mandatarios coincidieran primero gracias al futbol y no por las urgencias trilaterales dice mucho del momento geopolítico del continente: tensión comercial latente, debates migratorios postergados y un inminente proceso de revisión del T-MEC que exigirá menos espectáculo y más acuerdos.
Por eso, lo verdaderamente relevante no fue el grupo que encabezará México ni los récords logísticos que acompañarán al Mundial Social, lo importante es que tuvo que ser el fútbol quien obligara a Sheinbaum, Trump y Carney a verse las caras.
Y la pregunta que deja este primer cruce de miradas es inevitable: si la pelota logró reunirlos, ¿qué podrán o no podrán lograr cuando se sienten a discutir lo que realmente importa, empezando por el futuro del T-MEC?
Porque en la cancha política de Norteamérica, el tiempo de juego apenas comienza ¿no cree usted?
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