Cancún 8M
Fotografía: Cecilia Suárez

Por: Adriana Varillas

Minutos antes de llegar al Malecón Tajamar, entre varias feministas había dudas sobre el nivel de convocatoria de la marcha pacífica, separatista y transincluyente organizada por 17 colectivas para conmemorar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en Cancún. 

También gravitaba el temor ante posibles actos de provocación propiciados por agentes externos para desestabilizar el proceso electoral en desarrollo y, el fantasma de lo ocurrido la noche del 9 de noviembre de 2020 –cuando una protesta ciudadana fue dispersada a balazos por la policía local– todavía se pasea en la cabeza de quienes desean salir a marchar con libertad, pero temen que aquel horror se repita.

De inicio, hay quienes mencionaron que en el ambiente se percibía, incluso, inquietud ante una probable confrontación entre colectivas que macharían por separado, dado el cruce de posturas fijadas desde la semana pasada en torno a sumar o no a las mujeres trans, asunto que ha dividido a los feminismos no solo en Cancún, en Quintana Roo o en el país.

A la espera de los primeros pasos programados hacia el Palacio municipal, sobre la gran rambla del Tajamar o ya plantadas en avenida Bonampak, había quienes casi tenían por cierto que “no caerían tantas morras”.

No al menos como en la histórica marcha del 8M de 2020, cuando más de cinco mil mujeres poblaron la avenida Tulum para alzar la voz contra la violencia feminicida, antes de que la pandemia por coronavirus COVID-19 confinara al mundo en sus casas.

Nada de eso pasó. La cifra oficial de la Dirección de Protección Civil del ayuntamiento, habló de mínimo, 2 mil mujeres, en la marcha de ayer. No hubo provocaciones, ni enfrentamientos

Cancún 8M

Fotografía: Cecilia Suárez

Ya caída la noche, en Plaza de la Reforma –a unos metros del todas las veces grafiteado Benito Juárez– o en conversaciones digitales de carácter grupal, las impresiones entre las feministas “ancestras” y “las del relevo generacional”, fue la de una jornada que cualquiera podría considerar ejemplar: 

Ordenada y organizada, sin perder estridencia y creatividad en sus formas; contundente en datos duros, críticas y demandas; incluyente en su mensaje; sin disturbios, ni destrozos; con un llamado constante a no claudicar en la lucha por el acceso a todos los derechos aún pendientes por ser reconocidos y garantizados.

Pero, especialmente, con el sabor de la “ternura radical” que comparten y esgrimen las feministas, como arma de defensa ante la avalancha de violencias que las mujeres padecen cotidianamente.

Así que, contrario a lo previsto y sorteando el encapsulamiento del centro de la ciudad, con calles y avenidas cerradas al tránsito vial… mujeres de todas las edades, solas o acompañadas, lo mismo por amigas, mamás, abuelas, hijas o parejas fueron llegando desde las colonias populares y los nuevos residenciales más alejados de la ciudad, lo mismo que de la zona hotelera o del mismo centro. 

No faltaron las que se hicieron acompañar con la o el perro aliade, con pañuelo verde o morado atado al cuello.

“Salimos desde la inclusión de todas las mujeres y sus identidades, porque sólo así conoceremos las vivencias de nuestras hermanas que se dedican al trabajo sexual, las mujeres que viven en condiciones de discapacidad y neurodivergencias; las mujeres que están en situación de calle, encarceladas en las prisiones o en las drogas.

“Porque hay muchas realidades, pero todos los caminos marcan que debemos luchar juntas: Las mujeres indígenas y racializadas, las mujeres trans y personas no binaries que quieran luchar desde los diversos feminismos, porque a todas nosotras la violencia feminicida nos sopla al oído en este sistema patriarcal”, expusieron, en uno de los puntos más emotivos de su protesta.

Cancún 8M

Fotografía: Cecilia Suárez

Antes de ello, los pasos del contingente siguieron la ruta marcada para hacer una escala en el monumento de Caracoles y Estrellas de Mar, nombre oficial de la escultura conocida popularmente como “El Ceviche”, ubicada en el cruce con avenida Cobá y creada en 1995 por la artista plástica neoyorkina, Lorraine Pinto.

La estructura, compuesta por cuatro caracoles, cinco estrellas, una concha y un espejo de agua a manera de fuente, es el símil tropical del Ángel de la Independencia de la CDMX.

Por eso “El Ceviche” es donde las y los cancunenses lloran las derrotas, celebran las victorias, expresan con aerosoles y tinta los dolores, la frustración y la impotencia, encienden velas a honor las víctimas de violencia y alzan la voz contra las injusticas y los abusos, generalmente cometidos por cualquier autoridad…tropical o no.

Para las 18:30 horas el primer contingente convocado por Furias Violetas fue rodeando el monumento entre saltos y consignas: “El que no brinque es macho, el que no brinque es macho” –coreaban en su andar– “ya te dije que no, pendejo no, mi cuerpo es mio y yo decido…”

A distancia, sus gritos comenzaron a mezclarse con los del otro contingente –el organizado por las 17 colectivas– que se aproximaba y crecía en número a medida en que avanzaba. En un primer momento hubo quienes pensaron que ambas marchas se fusionarían o se encontrarían, pero las que llegaban dieron espacio a las otras para retirarse, con dirección al Palacio municipal.

Ambas protestas fueron monitoreadas por personal de la Comisión de los Derechos Humanos de Quintana Roo (CDHEQROO) y la seguridad estuvo a cargo de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito, de forma discreta y no invasiva.

Al retumbar de la batucada, con el despliegue de una larga lona con la leyenda “Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio”, el contingente más numeroso cruzó la avenida Xcaret a las 18:47 horas y entró a la Glorieta del Ceviche.

El lugar se inundó rápidamente de mujeres, que lo mismo tapizaron el monumento con pintas, que extendieron la bandera que identifica expresamente a la comunidad trans, mientras agitaban otras con los colores del arcoíris, símbolo del movimiento LGBTTTIQ+.

Cancún 8M

Fotografía: Cecilia Suárez

En la base del monumento, jóvenes con los ojos vendados alzaban el puño, mientras en la cima de la estructura se daba lectura al pronunciamiento que reproduce el juego de cifras oficiales, para intentar dibujar la escalada de violencias que padecen niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres en México y en el estado: 

Mil 004 feminicidios en el país, en 2021 y 978 en 2020. Quintana Roo, el cuarto estado con mayor violencia feminicida el año pasado, cerrando con 53 muertes violentas que debieron ser clasificadas como feminicidios, al tratarse de asesinatos de mujeres. Dos de esos crímenes fueron feminicidios infantiles y otro par, transfeminicidios.

“Nosotras sabemos que Quintana Roo, que Cancún, es un paraíso que huele a sangre”, leyó una de las activistas que forma parte del relevo generacional intermedio, entre “las ancestras” y las feministas más jóvenes, como la que alzaba una cartulina entre sus manos que decía: “Abuelita, vine a gritar lo que a ti te hicieron callar”.

Al margen de las formas que les suelen ser tan criticadas, las mujeres ahí, hablaron por otras mujeres que ya no pueden protestar, porque fueron asesinadas, como la migrante de El Salvador, Victoria Salazar, a quien policías de Tulum provocaron la muerte al someterla el 27 de marzo del 2021. 

Reclamaron la brutalidad policiaca en el propio Cancún y la impunidad del 9N, cuando se manifestaban por el feminicidio de la joven Bianca Alejandrina, Alexis y encontraron balas cuando pedían justicia; y enunciaron una serie de demandas que se repiten o aumentan cada año, en la medida en que son ignoradas por las autoridades, y agravadas por la realidad.

Aunado a las cifras de escándalo, al listado de exigencias y a las acciones de alto impacto, el mensaje central fue recordar que el 8M es el espacio de las mujeres para reencontrarse con las “ancestras”, las que han marcado camino y han guiado en la lucha por todos los derechos, para todas las mujeres. 

Es –dijeron– una protesta en memoria de aquellas quienes se atrevieron a alzar su voz, por mejores condiciones laborales, sociales, económicas y políticas, pero también una acción conjunta que busca inspirar a las nuevas generaciones de mujeres, a no claudicar.

“Nosotras no nos hemos cansado y cada vez más mujeres y niñas salimos a las calles a protestar. También cada día en más espacios exigimos vivir libres, sin violencias, con empleos dignos y equitativos, con sistemas de salud suficientes y sensibles, con espacios seguros y amorosos, con calles que nos permitan vivir y no sobrevivir”, sostuvieron.

En sus palabas, el 8 de marzo de 2022, salieron nuevamente a mostrar al mundo su fortaleza como mujeres, en toda su diversidad, y a exigir un cambio. 

Un cambio donde el patriarcado no sea más el sistema que determina su destino; que no les imponga cómo deben vivir y qué hacer con sus cuerpos.

Que no nos digan cómo vestir ni cómo amarnos, que no nos limiten en nuestras identidades de género ni en nuestra orientación sexual; que nos dejen de despojar de nuestra tierra, territorio y memoria indígena; queremos que se acabe ese sistema que quiere acabarnos a través de sus múltiples violencias machistas y estructurales”, reiteraron. 

Cancún 8M

Fotografía: Cecilia Suárez

Horas después, intervinieron la fachada del Palacio municipal, expresando la furia de quien siente constante amenaza; de quien ha sufrido una agresión sexual; de quien padece violencia domestica; de quien perdió una hija o hijo; de quien solo obtiene impunidad ante la violación de sus derechos.

Pero también bailaron, cantaron y conversaron ante una hoguera improvisada con la quema de cartulinas y papeles, al centro de Plaza de la Reforma, en ese universo en donde hay espacio para la ternura radical.

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