Cancún, Quintana Roo 10 de noviembre 2020.- Miroslava Stern, una de las mujeres más hermosas del mundo, quien se suicidó en México, aterrada por sus propios demonios, pudo ser además de actriz, espía por afición, por sentimiento y por abolengo.

Colateralmente, quizá se le podría considerar víctima del enigmático destino de Ernesto Alonso, “El señor Telenovela”, quien gustaba de ser llamado “guía, consejero y protector de María Félix”, primero y luego de la desventurada “Miros”, ambas desaparecidas en medio de dramática soledad y angustia.

Y fue el productor de televisión, ya también desaparecido, quien provocó una de las más graves crisis sicológicas que sufrió Miroslava, al ponerse de acuerdo con amigos de la familia del general Álvaro Obregón, para engañar a la joven, quien, por su inexperiencia, se casó con un sobrino del conocido militar.

Esa ocasión se intentó hacer pasar a la pareja como enamorada y feliz, cuando que la verdad era que el esposo tenía gustos diferentes casi desde que le apodaron “El Bambi”.

Los parientes de Obregón pagaron mucho dinero para que Jesús Jaime Gómez Obregón no sufriera más una especie de bullying y Ernesto Alonso no se opuso a que se “adiestrara” un poco al joven, para que se comportara como lo que no era y lograra sorprender a la hermosísima actriz.

La confiada mujer cayó en la trampa y colaboró incidentalmente, para que se hiciera correr la voz de que “El Bambi” había conquistado al “amor de su vida”. Pero, tras la boda y según los inevitables maldicientes, Miroslava sorprendió a su esposo con un individuo y, casi demente por la impresión, exigió el divorcio, aunque por obvias razones, Ernesto Alonso se encargó de que “no hiciera olas”.

Los publicistas de Miroslava, verdaderos comerciantes de sentimientos, fueron culpables también de que el astro Glenn Ford estuviera muy cerca de ver destruido su hogar, cuando a la actriz le inventaron un “romance” con el norteamericano.

Por consejo de Alonso, la bella mujer soslayaba con cierta habilidad el caso del “Bambi” y, en sus entrevistas, procuraba entretener a los periodistas con datos sobre su niñez, los padres, los estudios, su llegada a México en 1941, cuando era quinceañera…

Y en esos tiempos tal vez se inició un libertinaje en México, en cuanto al manejo que se hacía de las noticias importantes e interesantes. Las agencias internacionales de noticias (todavía no existía Notimex) mantenían un rígido código informativo respetado y respetable.

Como informa Carl N. Warren–libro “Géneros Periodísticos Informativos” en su versión castellana—la inserción de atribuciones tan poco claras como “se dice”, “se asegura”, “se supone”, “según los vecinos”, constituye una defensa escasa y casi nula ante una posible demanda por difamación.

Y se advertía a los reporteros en las agencias noticiosas que “en un caso de homicidio, un hombre a quien se busca para interrogarle sobre la muerte no es, automáticamente, sospechoso de asesinado. Un individuo arrestado bajo acusación de homicidio no es necesariamente un asesino. Un hombre procesado por haber dado muerte a un tercero no está necesariamente acusado de asesinato. Un hombre que se confiesa autor de un asesinato no es necesariamente un criminal. Y un hombre convicto de asesinato no es necesariamente un asesino”.

Así de claro. Pero, en México, hasta los reporteros más expertos se tomaban atribuciones excepcionales y, con unos cuantos datos ciertos, más los que inventaban con el pretexto de los “vecinos chismosos”, hacían una “verdadera” novela falsa que entregaban por capítulos a los lectores, radioescuchas y televidentes.

Fuente: Sol Quintana Roo

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