REMEMBRANZAS

“DECAUVILLE” Y TREN MAYA

Por Santos Gabriel Us Ake

Ahora que está en boga el proyecto del Tren Maya es oportuno recordar parte de la historia de los trenes, locomotoras, “trucks” y vías férreas estrechas que existieron en esta zona. Algunas antiguos habitantes de Puerto Morelos, Central Vallarta y Leona Vicario afirman que hace muchos años funcionó una pequeña locomotora marca Decauville en la ruta de 37 kilómetros de la Hacienda Santa María (ahora delegación municipal Leona Vicario) y Punta Corcho (ahora Puerto Morelos).

Relatan los libros de historia que Armand Louis Victor Decauville y su hijo Paul Decauville fundaron la empresa francesa “Société des Etablissements Decauville Aîné” en la década de 1870 (hace unos 149 años) como consecuencia de la necesidad de sacar a la venta la abundante cosecha de remolacha, amenazada por la próxima temporada de lluvias y de frío. Inventó las rieles de vía estrecha desmontables para los “trucks” jalados por caballos o mulas y para locomotoras pequeñas a las que denominó “Decauville”.

Se le atribuye ser el inventor del ferrocarril de vía estrecha, el cual obtuvo popularidad en el mundo a finales del Siglo XIX y mediados del XX. Fue de amplio uso en las haciendas henequeneras y agrícolas de la Península de Yucatán. Alejandro Montoya Mex, originario de Central Vallarta, Puerto Morelos, hijo de fundadores de este poblado y actual subdelegado municipal de esta pequeña comunidad, afirma que hace muchos años circuló en este lugar una de estas pequeñas locomotoras y además los habitantes de este poblado tenían alrededor de 15 “trucks” de tracción animal, y otros tantos en la Hacienda Santa María y Punta Corcho.

Los 37 kilómetros de rieles de vía estrecha de Leona Vicario a Puerto Morelos fueron comprados por avicultores del Ejido Alfredo V. Bonfil para la construcción de los galerones para la crianza de pollos en los años ochentas pero en septiembre de 1988 (hace casi 31 años) el huracán “Gilberto” los destruyó y además aumentó drásticamente los precios de los alimentos para la crianza de aves.

Finalmente las rieles de desecho fueron vendidas como chatarra y hoy día solamente se pueden ver algunos tramos oxidados en exhibición en los cenotes Boca del Puma y Siete Bocas, pero de la pequeña locomotora “Decauville” se desconoce su destino final. Cuentan algunos pobladores que el camino de Leona Vicario a Puerto Morelos se construyó de una base firme de piedra y cal, y durante la obra hicieron a un lado las rieles porque les estorbaba y para deshacerse de estas las vendieron por tramos a los apicultores bonfileños.

En la actualidad solo existe el recuerdo de las vías férreas y al mismo tiempo se lamentan de haberlas destruido porque sería hoy día un atractivo turístico muy importante. También refieren que existieron rieles similares de Leona Vicario hacia el Poniente en dirección a Kantunilkín sin llegar a este último, pero tampoco existen vestigios dentro de la selva.

Otra vía férrea estrecha se extendió de Kantunilkín al ingenio de San Eusebio y Chiquilá, en el municipio de Lázaro Cárdenas. De igual manera fue desmantelado y vendido como chatarra, y solamente existen algunos tramos en casas particulares con la esperanza de que algún día se construya un museo en la región. Uno de estos tramos enterrados se puede observar en el antiguo ingenio azucarero de San Eusebio, y no lo vendieron como chatarra porque no lograron extraerlo del suelo.

Entonces sirvan estos antecedentes históricos para relacionarlo con el proyecto de Tren Maya que plantea el gobierno federal. Lo último que se propuso es que ya no se construiría el tramo de Valladolid a Cancún, sino se desviaría hacia Cobá y Tulum para ahorrar recursos, pero hasta este momento es solamente una idea. De hecho el Tren Maya que conectaría ciudades de Yucatán, Quintana Roo, Campeche y la zona arqueológica de Palenque podría encontrar grandes dificultades para su construcción, porque no contempla indemnizar a los ejidatarios, afectaría el medio ambiente, además de que los trámites para ferrocarril requieren mucho tiempo. De no respetar los derechos ejidales y de propiedad privada, y de no cumplir las condicionantes ambientales, podría terminar como el recuerdo de un proyecto que no se pudo ejecutar, similar al “Decauville” que no pudo sobrevivir.

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